Tanto para la persona enferma como para el cuidador es fundamental que el sueño sea reparador y que las horas nocturnas sean seguras y confortables. Por ello es recomendable evitar que la persona afectada duerma excesivamente durante el día. Una pequeña siesta de 30 o 40 minutos le puede venir bien pero hay que evitar las cabezadas frecuentes durante el día o que la siesta sea muy larga, ya que puede trastocar el sueño nocturno.
Con la edad, las necesidades y la calidad del sueño varían. Generalmente, son suficientes unas 6 u 8 horas, por lo que no es conveniente que la persona con Alzheimer se acueste demasiado temprano ya que, en la madrugada, podría despertarse y levantarse.
Para favorecer la tranquilidad del cuidador puede ser útil poner barandas en la cama del enfermo para disuadirlo de levantarse o evitar que se caiga. Hay que asegurarse también de que las puertas y ventanas quedan bien cerradas y que la persona no las puede abrir fácilmente.